sábado, 30 de marzo de 2013

Momento Cursi

He aquí el gran problema con el romanticismo con el que Baz estaba tan bendecido: existe una fina línea entre ser romántico y transformarse en un cursilero.
Y antes que piensen que soy una chica ruda que se pinta las uñas de negro y usa jeans con tachas, aviso: Yo soy una gran cursi. Me pinto las uñas de rosado, amo las chick flicks y me encanta que me hagan sentir especial (hasta que eso significa que las mujeres ganemos menos plata que los hombres... también soy algo feminista, ya llegaremos a eso).

Pero a veces me daba la sensación de que Baz se volvía cursi en los momentos más extraños.
Cuando hablábamos de que íbamos a estudiar en distintas ciudades, a mí me daba toda la pena y a Baz parecía no afectarlo tanto como a mí.

Pero el viernes que decidimos arrendar "Realmente Amor" (Love Actually, una de mis películas preferidas), me acuerdo de que tuvimos que parar la película 3 veces para que Baz pudiera dar rienda suelta a sus sentimientos de plena tristeza que le provocaron ciertas partes de la película.

[Ehmmm... cursi]

Metafóricamente creo que podría decirse así: yo era empalagosa y dulce como la mermelada de frutilla. Rico ¿no?
Pero Baz era tan empalagoso y dulce como la mantequilla de maní con extra crunch.

Era todo demasiado dulce, empalagoso y uno de los dos tenía que ser una galleta de vino: una base dura para toda esa dulzura.

Y, muy a mi pesar, muchas veces tuve yo que ser la galleta.

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