Una de las cosas que nunca pude recriminarle a Baz, era el tema de ser romántico.
Porque lo era.
Muy romántico.
Alguna vez leí que en general, 1 de 5 hombres era romántico por naturaleza. Juro que en ese caso Baz contaba como 2 hombres por su nivel de romanticismo.
No voy a mentir: era agradable estar con alguien que podía decir cosas tiernas de la nada, y a quien le gustaba escribir como a mí (aunque -se los prometo- NUNCA tanto como a mí) y que todavía creía en el arte de las cartas (que con la llegada del e-mail empezaba a desaparecer)
Pero reconozco que a veces me preguntaba cómo sería estar con un hombre común y silvestre.
Ya saben, de esos que se olvidan de tu aniversario y te van a comprar flores al Líder o un Trencito al kiosko de la esquina.
De esos que no pueden ir al cine contigo porque hay un partido de football y se sobrentiende que es importante.
De esos que de repente se juntan con los amigos y no te quieren cerca para poder ser ellos mismos en su ambiente natural: asquerosos (para qué andamos con cosas, hombres entre hombres son puros trogloditas... y sí, mujeres entre mujeres tampoco somos mejores pero ya llegaremos a eso)
La verdad es que es cierto eso de que el pasto siempre es más verde al otro lado.
Mientras estaba con Baz, a veces soñaba con una versión un poco más ruda de él.
Y años después, a veces sueño con encontrar un hombre que tenga un poquito de Baz.
Un poquito de ese romanticismo.
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