jueves, 4 de abril de 2013

Distancia

Cuando finalmente me vi instalada en Santiago, vivía con mis abuelos en una gran y antigua casa donde mi mamá y mis tíos habían crecido.
Y Baz estaba instalado en una pensión en Concepción.

Cuando empezó la Universidad, empezó la tortura.
Mi horario era horrible y llegaba a mi casa pasadas las ocho de la noche casi todos los días.
El invierno ese año empezó a mediados de marzo, y se me llovió la pieza.
Tali estaba viviendo en una pensión cerca de mi casa y me fue a hacer compañía un par de veces.


Pero yo echaba mucho de menos a Baz.
Y claro, odiaba que me preguntaran si estaba o no pololeando, porque eso significaba decir que sí, pero que el hombre estaba en Concepción.
Todos me miraban con una cara que demostraba tanto pena como risa. Nadie tenía fe en nuestra relación, y pronto ni yo la tuve.

Debo reconocer que Tali fue probablemente la única que insistía en que podíamos resolverlo todo.
Pero yo no estaba tan segura: la distancia lo estaba cambiando todo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario