Caminar de la mano de Baz era una sensación completamente nueva.
Habíamos pasado de ser compañeros, a ser amigos y de pronto éramos pololos.
Era extraño sentarme con él en el colegio, estar conversando con amigas y que de repente llegara y me abrazara sin ningún motivo aparente.
Pero por algún motivo, me encantaba cuando caminábamos de la mano. Quizás es porque él era muy alto y me sentía protegida. O quizás porque me daba la sensación de que él me estaba guiando.
Y quizás porque cada vez que caminábamos de la mano, me sentía la mujer (o niña, o adolescente) con más suerte del mundo.
That's so sweet!
ResponderEliminarI started reading your blog (by the first post - of course) and I just can't stop...