jueves, 21 de febrero de 2013

Dime lo que comes

Debo decir que mientras estuvimos juntos, mis hermanos y mamá querían bastante a Baz. O por lo menos le tenían cariño.
Era respetuoso, era amable, y se notaba a la legua cuánto me quería (es decir que no tenían demasiado que objetar al respecto)

Pero de a poco empezaron a darse cuenta de que cuando Baz iba a mi casa, el pan desaparecía.
Si había 8 hallullas, cuando Baz se iba a su casa quedaban 3 ó 4.
Y eso se transformó primero en un problema, y después en una fuente de burlas.

La verdad es que al principio yo no me daba cuenta, pero al parecer, en un intento de ser una polola atenta y amorosa, le ofrecía siempre si quería más y él respondía "Bueno, ya que insistes". Y llegó el día en que mis hermanos se hicieron escuchar, porque resulta que la compra del domingo en pan, se acababa el día de la semana que Baz iba a verme a mi casa.
De modo que simplemente dejé de "insistir" en que comiera más.

Aclaro que tampoco dejaba que se muriera de hambre (nunca tanto), pero después de 2 hallullas, ya no le ofrecía nada y él nunca pidió más (aunque sí ponía cara de decepción).

Años después le conté que tuve que hacer eso porque mis hermanos extrañaban que hubiese pan en la casa cuando llegaban del colegio.
Se puso morado hasta las orejas y pidió perdón muerto de vergüenza.
Pero ya habían pasado a lo menos 3 años cuando hablamos del tema, de modo que hacía tiempo el pan era abundante en mi casa todos los días de la semana. 

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