jueves, 9 de octubre de 2014

No se puede ignorar un elefante

Quizás sea sólo yo, pero creo que cuando una relación está en peligro o empieza a terminarse (¿ven lo que hice ahí?), es demasiado evidente como para que el problema se pueda barrer debajo de la alfombra.
Salvo que quieras terminar con un elefante debajo de la alfombra.

El tema es que, una vez que aparece el elefante, da lo mismo dónde lo metas, va a estar ahí.
Y se va a ver.
Mucho.
O sea, ¡es un elefante po!
La pregunta es: ¿por qué insistimos en el paquidermo NO está ahí?

El hombre nunca llega puntual cuando se juntan en algún lado o te pasa a buscar (cualquier alcance con la realidad es totalmente cierto, y en este caso basado en ISN), claramente no hay demasiado interés.


Cada vez vas menos a las reuniones familiares con su familia y lo invitas menos a las tuyas; no sabes por qué, pero te sientes mejor con tu familia sin él, y su familia ya no te parece tan encantadora como antes.

Y cuando hacen cucharita, ahí sí que se siente a Dumbo entre los dos.
Claramente "tienen que hablar".
Pero por algún motivo, nadie lo hace.

Cada relación puede concebir su propio elefante; y puede ser más grande o más chico (teniendo en cuenta el tamaño del mamífero en cuestión), pero ocipará un espacio igual.
Cuando aparece el elefante, créanme: NO se va a ir... hasta que la relación se acabe y se lleve a su animalito con ella.

Ya son como 3 elefantitos que he enviado al cielo.
Así estamos todos mejor... ¿no?

[Mención honrosa a mi profe de la UDP Jaime Collyer (también conocido escritor chileno); ya que esta entrada nació gracias a su analogía del "pulpo" en clases :)]

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